Cómo ser una mujer-espía en la Segunda Guerra Mundial
lunes, 24 de mayo de 2010
Sálvese Quién Pueda
Papi es diplomático, tiene conexiones. Consiguió boletos para Burdeos esa misma tarde.
Allá van con sus maletas y lo puesto, a la estación Montparnasse. Miles de refugiados se agolpan en los andenes. Los niños lloran, la policía empuja, los novios se despiden y los pasajeros cuentan historias terribles en cinco idiomas.
El tren parte con retraso. Se detiene en Châtellerault, Poitiers, Ruffec, en Angoulême y en Libourne. Los caminos están repletos de carros y camiones. Los aviones pasan por encima y los pasajeros se asoman por las ventanas, cada vez más asustados.
Llegan a Burdeos justo para oír la última transmisión de la Marsellesa.
Todos lloran. Francia se jodió.
Última transmisión radial oficial de la III República. La Marsellesa llena de estática e interferencia, captada probablemente por una estación militar alemana.
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